Las obras invisibles de Carsten Höller en el Museo Tamayo

 

por La Consultoría
Ciudad de México, febrero del 2020
Tiempo estimado de lectura: 8 minutos
Fecha de última actualización: 1 de abril del 2020


Carsten Höller, Light Wall, 2000-2017. Museo Tamayo, junio del 2019. Foto: Marlon Miel Arcilla.

Carsten Höller, Light Wall, 2000-2017. Museo Tamayo, junio del 2019. Foto por La Consultoría.

Carsten Höller (Bruselas, 1961) es un artista belga-alemán que fue vinculado inicialmente a la generación de artistas relacionales en Europa durante los años noventa. Por lo general, su obra aborda preceptos de la ciencia, la biología o la psicología de la percepción —probablemente rastros de su formación como científico—, que ofrece al espectador como experiencias que acentúan las dinámicas sociales al interior de los contextos institucionales de museos o galerías.

Entre abril y junio del 2019 el Museo Tamayo presentó la exposición “Sunday”, que mostró por primera vez en México y América Latina algunas piezas del artista relacional. El título de la exhibición se insertaba en la tradición de Höller por nombrar sus exposiciones con conceptos no objetuales o inmateriales y que apuntan más a la experiencia: “Doubt”, “Decision”, “Reason”, “Behavior”, “Reproduction”, son algunos ejemplos. En el caso de “Sunday”, el título aludía al ocio, entretenimiento y diversión que los habitantes de la Ciudad de México relacionamos con pasar ese día en Chapultepec —el Museo Tamayo se encuentra en el corazón de esta zona. “Sunday” incluía obras que hacían más énfasis en la experiencia de quien asiste a la exposición que el propio hecho de mirar las piezas. Por eso aquí haremos nuestra cuenta regresiva de las piezas con mayor invisibilidad que pudieron experimentarse en la muestra:

6. Giant Triple Mushroom (2018)

Una escultura que replica las mitades de un hongo de la especie Amanita muscaria fue instalada en el techo del Museo, perceptible sólo a cierta distancia, frente a la entrada del Tamayo. Por el lugar en el que estaba emplazada, Giant Triple Mushroom era una pieza fácil de perder de vista, lo cual sólo remarca el interés de Höller por proponer nuevas formas de relacionarnos con la muestra, fuera de las convenciones establecidas entre institución, obra de arte y espectador.

Los hongos son un motivo frecuente en la obra de Höller. Desde el bagaje científico en torno a esta especie en particular se reconoce al naturalista y geógrafo Stepan Krasheninnikov como el primero en observar un fenómeno desconcertante en 1755: soldados rusos en Siberia que ingirieron Amanita muscaria (también conocida como “fly agaric”), experimentaron alucinaciones, hiperactivación de los sentidos y otros impulsos extraños y violentos. De acuerdo con el folclor siberiano, estos hongos de colores blanco y rojo eran usados para fines recreativos y chamánicos. La especie es frecuentemente representada en la cultura popular como un elemento mágico: aparece en algunas películas de Disney o videojuegos como Mario Bros. Más de dos siglos después, en 1977, el químico danés Povl Krogsard-Larsen comenzó a sintetizar derivados del muscimol, y eventualmente identificó una potente molécula psicoactiva en los fly agaric.

Desde la perspectiva de Höller, los hongos refieren así al poder que tiene el arte de transformar y brindar nuevas perspectivas: “Los hongos son realmente poderosos en términos de color, forma, sabor y toxicidad, y en realidad son innecesarios. Son un enigma, no sabemos por qué son como son. Usualmente la evolución es adaptativa, pero yo no veo ninguna adaptación en ellos. La mayoría de los hongos ni siquiera atraen insectos polinizadores, entonces ¿por qué tienen todas esas formas y colores? A mí me interesan las cosas que no tienen sentido, por lo que la pregunta por los hongos me parece intrigante”. 

Tal vez la existencia del arte, así como la de los hongos, satisface una necesidad que escapa a la ciencia y a la razón.

5. Decisions Tubes (2019)

Una vez habiendo pagado el boleto de entrada, el visitante se encontraba de inmediato frente a la encrucijada de ingresar a la exposición a través de la pieza Six Sliding Doors (2019) o por Decision Tubes. Esta última fue diseñada específicamente para el Museo Tamayo y consistió en una estructura de aros metálicos negros y una malla tejida que fue suspendida sobre el vestíbulo y que conectaba distintas áreas del edificio. Además de dar acceso a puntos de la arquitectura del lugar que habían permanecido hasta el momento inalcanzables para el visitante, la instalación permitía deambular a unos metros del suelo y establecer una nueva circulación para el público del museo.

Aunque Decisions Tubes está hecha de materiales tangibles, la obra es partícipe de distintas dinámicas que no son perceptibles a primera vista. Por ejemplo, su relación con el diseño arquitectónico de Abraham Zabludovsky y Teodoro González de León, quienes dotaron al edificio de una monumentalidad geométrica y pesada, todo lo opuesto respecto a la instalación que se alza sobre el piso de manera ligera y orgánica —los aros y la red tubular refieren el mundo biológico. Además, al plantear un nuevo flujo de circulación desde la entrada a las salas de exhibición, pasando por el techo del museo y las vistas desde los puntos más altos del espacio, la pieza interrumpe con un gesto lúdico las dinámicas institucionales predeterminadas por el museo: recorrer las exposiciones desde la sala 1 y seguir el flujo de circulación establecido.

Más aún, a pesar de que antes de entrar a Decision Tubes podían apreciarse las formas, texturas y dimensiones de la instalación, la experiencia de vértigo al escalar a través de la red y caminar sin piso a unos metros del suelo te toma por sorpresa, ni qué decir del golpe de adrenalina al trepar por el túnel más alto con una inclinación realmente pronunciada, para luego descender desde la ventana más alta del vestíbulo. No recuerdo otra exposición que me haya producido un estado tan intenso de emoción y ansiedad combinadas, más parecidas a la experiencia de un parque de diversiones. Esa sensación permanece invisible incluso para uno mismo. Para Höller, en este tipo de obras no nos queda otra opción más que renunciar a todo control sobre nosotros mismos y que el visitante ceda su peso a los poderes de la gravedad y a la construcción de la estructura.

Carsten Höller, Decision Tubes, 2018. Vestíbulo del Museo Tamayo, junio del 2019. Foto: Marlon Miel Arcilla.

Carsten Höller, Decision Tubes, 2018. Vestíbulo del Museo Tamayo, junio del 2019. Foto por La Consultoría.

4. Swinging Spiral (2010-2019)

De las tres salidas posibles desde Decisions Tubes sólo una guiaba hacia el techo del museo, mientras las otras dos salían hacia una de las galerías de la exposición o a la parte más alejada del vestíbulo. Lo anterior implicaba que no todos los visitantes tuvieron la oportunidad de asomarse desde el techo del edificio para ver los jardines del Bosque de Chapultepec. Además, al entrar de nuevo al edificio desde la azotea, la primera pieza con la que te encontrabas era Swinging Spiral y esta era la única manera de acceder a la obra. De manera que tanto la visita al techo del museo como la experiencia de Swinging Spiral permanecieron fuera de la vista de muchos asistentes a la exposición. La pieza consistía en una espiral fabricada con triplay que se extendía de piso a techo, y que colgaba a unos milímetros del suelo. Al ingresar a este dispositivo, se generaba un movimiento casi imperceptible que trastocaba el sentido del equilibrio y la propiocepción —la habilidad de percibir la posición física de uno mismo en el espacio. En el contexto sísmico de la Ciudad de México, la reacción instantánea promedio era sentir como si estuviera temblando y huir de la pieza. La pieza intervenía no sólo la idea de solidez de la arquitectura, sino que enfatizaba la interpretación subjetiva del espacio. 

El artista ha ejercido con anterioridad el gesto de ocultar piezas a la totalidad de los visitantes. En septiembre del 2003, Höller inauguró su exposición “One Day One Day” en Estocolmo, en la que se exhibían dos obras distintas en la misma sala, alternando una cada día, mientras la otra permanecía oculta detrás de una pared con un espejo. Las dos versiones de la exposición existían al mismo tiempo, aunque fueron divididas día por día en el mismo espacio. Incluso se imprimieron y enviaron dos invitaciones a la inauguración, una para el 19 de septiembre y otra para el día 20. No tomó mucho tiempo para que la exhibición causara rumores en la ciudad. Al respecto, el artista declaró: “me parece que hay una cierta belleza… cuando no sabes si estás hablando de la misma cosa, porque en realidad nunca sabemos”. La propuesta del artista de mantener invisibles algunas obras se enfrenta de manera juguetona y perversa tanto a la idea de que el arte es para todos, como a la formalidad de las instituciones culturales.

3. Serie Dot-Painting (2018)

Otro caso que ponía en cuestión la percepción visual fue el conjunto de cuadros titulados Dot-Painting, consistente en nueve pinturas en apariencia abstractas con fondos monocromos azul ultramar sobre los que se han dispuesto un conjunto de puntos blancos. A primera vista, los puntos no parecen dotar de ningún sentido lógico o estético a la imagen, pero una mirada más minuciosa a los títulos de los cuadros ofrecía pistas más concretas para descifrar lo que los puntos blancos ponían en juego. Cada pieza ha sido nombrada como una escena famosa de algún beso entre dos personas: Klimt Kiss, Socialist Fraternal Kiss, Breakfast at Tiffany’s Kiss, etc. De manera que los puntos blancos funcionan como una esquematización de las imágenes originales, que permanecen en el imaginario colectivo y sin cuyas referencias no podríamos leer las pinturas de puntos de Höller. Recordando las escenas de besos famosos, los cuadros del artista toman formas muy evidentes y las imágenes que antes permanecían invisibles, se completan con claridad en nuestra mente.

Esta serie de pinturas al mismo tiempo ironiza y establece una relación con la historia de la pintura: el puntillismo de principios del siglo XX viene a la mente y la serie de pinturas de puntos de Damien Hirst. De manera más indirecta, recordamos las pinturas por números de Andy Warhol. Así como el artista pop, Höller nos presenta un ejercicio casi infantil para completar una pintura al unir los puntos con líneas imaginarias para darle forma a una imagen mental, en donde los géneros de la pintura parecen coexistir todos simultáneamente, neutralizándose unos a otros: abstracción, figuración, cultura pop o pintura conceptual.

De izquierda a derecha y de arriba a abajo:1—Dot-Painting (Klimt Kiss), 2—Dot-Painting (V-J Kiss), 3—Dot-Painting (Vancouver Stanley Cup Riot Kiss), 4—Dot-Painting (From Here to Eternity Kiss), 5—Dot-Painting (Don’t Ask Don’t Tell Kiss),6—Dot-Painti…

De izquierda a derecha y de arriba a abajo:

1—Dot-Painting (Klimt Kiss), 2—Dot-Painting (V-J Kiss), 3—Dot-Painting (Vancouver Stanley Cup Riot Kiss), 4—Dot-Painting (From Here to Eternity Kiss), 5—Dot-Painting (Don’t Ask Don’t Tell Kiss),

6—Dot-Painting (Rodin Kiss), 7—Dot-Painting (Socialist Fraternal Kiss), 8—Dot-Painting (Breakfast at Tiffany’s Kiss), 9—Dot-Painting (Kahlo and Rivera Kiss)

 

2. Two Roaming Beds (Grey) (2015) e Insensatus Vol. 1 Fig. 1 (2014)

Two Roaming Beds (Grey) se trata de un par de camas individuales que se mueven lenta pero continuamente y que son controladas de forma remota por un algoritmo y una señal de GPS. El movimiento de la segunda cama es un reflejo del desplazamiento de la primera. Unos marcadores de colores sujetos a la parte inferior de las camas van trazando el recorrido de ambas en un dibujo sobre el suelo del museo. Hasta aquí la parte que era visible para el visitante promedio. La experiencia que quedó oculta durante la exposición, fue el hecho de que en realidad la pieza era una invitación para permanecer durante una noche en el museo y dormir sobre alguna de las camas. Al pagar el precio del hospedaje, el visitante tenía acceso una vez cerradas las instalaciones y le era ofrecida una cena antes de dormir.

Es entonces cuando Two Roaming Beds era completada por Insensatus Vol. 1 Fig. 1 (2014), realizada en colaboración con el perfumista Ben Gorham y que consiste en una pasta dental que controla los sueños de las personas mediante el gusto y el olfato. Para producirla, Höller y Gorham dedicaron un significativo trabajo de investigación, basándose en estudios científicos que investigan el dormir en relación a los sueños. Ahí notaron diferencias en la forma en que hombres, mujeres y niños experimentan y perciben el mundo onírico. De manera que crearon un set con un activador y tres tubos separados con diferentes tipos de pastas dentales cada uno. Al usarlas y también mezclarlas, uno puede decidir la dirección que tomarán los sueños propios, haciéndolos más propensos hacia lo masculino (mediante ingredientes como el regaliz y la planta floral Calea zacatechichi, una sustancia controlada en algunos países), lo femenino (que incluía un tipo de incienso y ginseng siberiano), o lo infantil (con manzanilla y jazmín del este de los Himalayas). Insensatus funciona al cepillar los dientes con las pastas y el activador, cinco minutos antes de irse a dormir —en el caso de “Sunday”, sobre alguna de las camas de Two Roaming Beds. Después de lo cual, la fragancia y el sabor desatan algo en el inconsciente, llevando el sueño de las personas hacia distintas direcciones. Gorham menciona que la pieza realmente funciona y ante la pregunta de cuáles son las diferencias entre los sueños de hombres, mujeres y niños, declara que es una diferencia de percepción, que Höller y él notaron matices en la sexualidad e incluso en la identidad general del individuo. También observaron que para la mayoría de las personas una mezcla de pastas funciona mejor. Para Gorham, la experimentación con Insensatus es aún un campo abierto. El set con el activador y los tres sabores de pastas dentales podían adquirirse en la tienda del museo para probar sus efectos en el dormitorio personal.

Höller también ha propuesto situaciones de hospedaje al interior de museos y galerías en otras ocasiones. Psycho Tank (1999) era un tanque de agua altamente salinizada en el que el visitante podía flotar durante 15 minutos completamente desnudo para relajarse. Hotel Rooms (2004) reproducía dos habitaciones del hotel Normandy en Deauville, Francia, que podían ser habitados durante ocho días usando los Upside-Down Goggles (1995), también exhibidos en “Sunday” en el Museo Tamayo. Otros ejemplos son Revolving Hotel Room (2008), una habitación dispuesta sobre tres discos rotatorios y Elevator Bed (2010), una cama circular que podía elevarse a tres y medio metros de altura, ambas abiertas a las reservaciones de los asistentes. Plantear situaciones de hospedaje al interior de instituciones culturales rompe los límites de comportamiento y con las convenciones sociales en el mundo del arte, a la vez que alude a la creación de ambientes científicos y controlados, que en el caso de Höller son utilizados para fines más bien recreativos que estimulan la sensibilidad y la reflexión. Además, quizás el tema artístico por excelencia más claro en estas piezas, es la referencia al mundo de los sueños, en relación a la imaginación y la inspiración, dimensiones que escapan al control de la lógica y la razón. En la obra de Höller, los procedimientos científicos han sido liberados de sus funciones racionales y prácticas y se han asimilado a los procesos creativos de las artes.

Carsten Höller, Two Roaming Beds (Grey), 2015. Museo Tamayo, junio del 2019. Foto: Marlon Miel Arcilla.

Carsten Höller, Two Roaming Beds (Grey), 2015. Museo Tamayo, junio del 2019. Foto por La Consultoría.

1. Smell of my Father (2017) y Smell of my Mother (2017)

Por último y sin lugar a dudas, las obras completamente invisibles incluidas en “Sunday” fueron Smell of my Father y Smell of my Mother. Ambas piezas eran fragancias atomizadas por dispensadores de aromas, escondidos debajo de bancas del museo. Una de ellas colocada en el vestíbulo y la otra en el exterior, frente a la puerta de entrada. Las fragancias eran recreaciones de olores con los que Höller identificaba a su padre y a su madre. Aunque los olores se atomizaban con frecuencia, se disipaban con el movimiento de los visitantes, otros aromas circundantes y en general, por la magnitud del espacio. Para Höller, ambas obras tenían sentido también porque las otras piezas presentadas en la muestra fueron construidas con materiales muy pesados y con mucha presencia como el vidrio o el metal, y por lo tanto, le pareció justo crear algo que fuera ligero e inmaterial, pero poderoso e inconsciente al mismo tiempo. Höller comenta el proceso de creación de los aromas: “Trabajamos con una compañía en Barcelona que nos ayudó a recrear estos olores basados en muestras. Mi padre murió en el 2005 y les enviamos la capucha que usaba siempre, y de mi madre, una bufanda. Es muy poco ortodoxo científicamente hablando, pero aún así creo que funciona bastante bien”.

Es interesante agregar que Höller ha mostrado gran interés en torno a los olores, esta vez desde el campo científico. Para finalizar sus estudios de doctorado, escribió una tesis que investigaba las formas de comunicación de una especie de insectos a partir de los aromas. Y desde su práctica artística, cabe mencionar la pieza Love Drug (PEA) (2001) también incluida en “Sunday”, una ampolleta de vidrio que yace sobre una repisa esperando a ser abierta y olfateada por el visitante, y que contiene un compuesto orgánico llamado feniletilamina, que puede encontrarse en varios alimentos y que opera como un empatógeno, aumentando los sentimientos de afecto por las personas a tu alrededor. Y de manera más relevante, la exhibición “The Florence Experiment”, presentada en el Palazzo Strozzi de Florencia, Italia, entre abril y agosto del 2018 y realizada en colaboración con el científico Stefano Mancuso. Este último considerado el padre fundador de la neurobiología vegetal y cuyos intereses se centran en estudiar la inteligencia de las plantas, considerándolas seres complejos dotados de sensibilidad y con la habilidad de comunicarse con el entorno circundante mediante los compuestos químicos que pueden percibir y producir ellas mismas.

La obra-experimento diseñado específicamente para la exposición florentina, (Plant Decision-Making Based on Human Smell of Fear and Joy, 2018) constaba de dos salas de cine, en una de ellas se proyectaban fragmentos de películas de terror, y en la otra, de comedias. El sistema de ventilación de cada una de las salas fue conectado a dos ductos diferentes instalados en la fachada del palacio, sobre los cuales fueron plantados dos grupos de enredaderas de la especie Wisteria. El experimento buscaba mostrar si el “olor del miedo” o el “olor de la alegría”, compuestos de los químicos volátiles producidos por los espectadores de la sala en la que se proyectaban películas de terror o de comedia, podrían influenciar o no el crecimiento y el comportamiento general de las enredaderas.

Así, tanto en Smell of my Father y Smell of my Mother, como en The Florence Experiment, Höller parece buscar torcer los más rígidos y preestablecidos preceptos científicos hacia el campo del arte, aproximándose a resultados más abiertos, flexibles, cambiantes y no concluyentes que en cambio, remiten a lo sensible y lo subjetivo, lo no controlable, la imaginación y los sueños, al juego y a la diversión. Todos los anteriores son experiencias que eluden los intentos de la ciencia por medirlos con exactitud y hacer pronósticos de manera predecible. Con ello, Höller no sólo ha ampliado los límites del arte, sino también los de la ciencia.

La exposición de Höller, se presentó como un paseo dominical en el parque con diversos cruces entre la ciencia y el arte. Así generó cuestionamientos acerca de cómo nos relacionamos con las propias exposiciones de arte, cómo las habitamos y las pensamos, en cómo las transitamos y nos comunicamos. La obra de Höller reflexiona insistentemente sobre la relación con el espacio, la institución, las obras y el arte en sí mismo. Los múltiples caminos posibles ocultos en la muestra, resaltan la imposibilidad de que todos percibamos el arte de la misma manera.

Carsten Höller, Love Drug (PEA), 2001. Museo Tamayo, junio del 2019. Foto: Marlon Miel Arcilla.

Carsten Höller, Love Drug (PEA), 2001. Museo Tamayo, junio del 2019. Foto por La Consultoría.

Fuentes de consulta:

Stefanie Hessler, “Carsten Höller. Divisions, Doubles and Other Uncertainties”, en Carsten Höller, Doubt (Milan: Mousse Publishing/Pirelli HangarBicocca, 2016). 

Carsten Höller y Ralf Rugoff, “Carsten Höller in conversation with Ralph Rugoff. Part One. Punishment and Reward”, en Decision (London: Hayward Publishing, 2015).

Brian Boucher, “Carsten Höller Likens Museums To Magic Mushrooms”, en Garage, 2 de mayo de 2019. Disponible en línea.

Hans Bussert, “Discussing the Power of Scent with Ben Gorham”, en Sleek, 18 de febrero de 2016. Disponible en línea.

María García-Lubén Ibán, “Carsten Höller Doesn’t Care How You Interact with his Art”, en Surface, 18 de septiembre de 2017. Disponible en línea.

“The Florence Experiment: A Project by Carsten Höller and Stefano Mancuso”, en Itsliquid, 19 de abril de 2019. Disponible en línea.


 

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